miércoles, 31 de marzo de 2010

PARTICIPÁ: CONCURSO ORGANIZADO POR LA REVISTA "CULTURA LIJ"


Cultura LIJ abre convocatoria al
I Concurso de Reseñas Literarias de Libro Album "Leeme este"
Cultura LIJ, la revista de literatura infantil y cultura, convoca a especialistas, investigadores, periodistas, docentes, bibliotecarios y público en general a presentar reseñas literarias al concurso "Leeme este".

Se podrán presentar hasta 3 (tres) reseñas de títulos de literatura infantil pertenecientes al género libro álbum. Los trabajos deberán estar escritos en lengua castellana y tratar acerca de libros que hayan circulado (publicados o importados) en la Argentina entre los años 2005 y 2010.

La reseña literaria es un texto de corte periodístico que pertenece a los géneros de opinión. En un escrito breve, intenta dar una visión panorámica y a la vez crítica sobre el libro, teniendo en cuenta que se dirige a un público amplio. Suele seguir el siguiente esquema: introducción, resumen expositivo, comentario crítico y conclusión (esto no es imprescindible).

Se establecerán dos modalidades: pre lectores (para lectores de hasta 5 años) e infantiles (para lectores de 6 a 12 años).

Participarán del concurso las reseñas que cumplan con estas bases y sean enviadas al email concurso@editoriallabohemia.com antes del 31 de mayo de 2010. El jurado se emitirá el día 30 de junio tras lo cual se informará a los ganadores.

La sola participación en este concurso habilita a Editorial La Bohemia y a la revista Cultura LIJ a publicar el texto ganador y los textos que obtuvieran menciones de honor. También se habilita a la difusión de los nombres de los ganadores por medios gráficos, radiales, televisivos o digitales.

Conozca las bases en: http://culturalij.wordpress.com/2010/03/

domingo, 28 de marzo de 2010

CUENTO PARA AHUYENTAR A ANGUSTIAS (segundo cuento)

Angustias no va a darse por vencida, un día es pirata que se tapa un ojo y ve sólo lo que le conviene a su supervivencia, otro día es un payaso de sonrisa dibujada. Sara la reconoce porque detrás de los disfraces quiere filtrarse en algún pensamiento. Lima sus uñas y afila sus dientes para dar de baja al instante en el que la esperanza pueda colarse.
Estas mujeres se observan, estudia cada una el movimiento de la otra. Sara sabe que Angustias desea revancha y no va a esperar ese momento, tendrá que buscar a alguien que quiera oír el cuento que se hamaca en el inconciente esperando la puerta por donde salir disparado.
En la plaza una anciana sostiene su soledad con el bastón. Sara duda y dudando actúa:
–He venido a contarle un cuento.
–¡Tantos he escuchado!
–Otórgueme el honor de contarle el último.
–Sí, el último.
–Y sobre qué le gustaría escuchar.
–Un regalo de aniversario.
Angustias ríe, huele su triunfo. La anciana es provocadora y jactanciosa, no será fácil la misión de Sara.
–Aniversario de qué…cómo es el regalo…
–Regalo aniversario. Jovencita, las historias no se cuentan desde la razón, hay que expulsarlas sin temores porque aquella –dice señalando con el bastón a Angustias- está deseosa por devorarnos a las dos.
Sin perder más tiempo Sara liberó una voz que no reconoció como propia e hizo vibrar sus labios al narrar la siguiente historia.


LA VISITA

Miriam vio a través del visillo a esa mujer distinguida y abrió la puerta sin tomar precauciones. Ella traía un obsequio para Miriam y su esposo Rogelio que festejaban el aniversario de casados.
La pareja quedó atrapada en la agradable conversación de la mujer y la invitaron a cenar. Era casi de madrugada cuando se iba a retirar, pero Miriam propuso:
– Quédese a dormir, no se va a ir en una noche tan fría.
– Es verdad, hay mucha niebla y es peligroso andar a estas horas –asintió Rogelio.
La visita se quedó a pasar la noche. Al día siguiente amaneció lloviendo y por aquellos lugares los caminos de tierra se anegaban, era dificultoso transitar para quien no estaba baquiano, por lo tanto Miriam y Rogelio estuvieron de acuerdo en que la mujer se quedara hasta que pasara el mal tiempo.
La señora cambió su elegante ropa por unos pantalones de entrecasa que le prestó Miriam y a medida que pasaban los días pasó a ser un miembro más de la familia, arrastraba unas viejas chinelas, comía hasta dormir y dormía hasta comer.
Miriam y Rogelio empezaron a no sentirse cómodos con aquella presencia que ocupaba todos los lugares de la casa. Tuvieron una seria y prolongada conversación en la que decidieron que debían pedirle a la mujer que se marchara.
–Nos vamos de vacaciones –dijo Miriam.
–Esperamos amigos que vienen de lejos -explicó Rogelio.
La mujer sabía que eran falsos pretextos para que se retirara, pero ella estaba cómoda en aquella casa.
La lluvia inundó los campos bajos y el sol colaboró para secarlos. Se cosechó lo sembrado. El paisaje cambió sus vestidos, pero la mujer permanecía en la casa arrastrando los días con sus viejas chinelas.
Miriam empezó a gritarle y Rogelio hasta empujones le dio a la intrusa, pero ella esperó que pasara la furia y llegara la aceptación. Y así fue. La pareja consintió finalmente que tendrían que vivir con esa señora de la que no conocían ni su nombre.
–¿Cómo se llama? –preguntó resignada Miriam.
–Rutina.
–¿Y a qué se dedica?
–A entregar obsequios en los aniversarios de casados.
Y sacó una caja musical que…


La anciana interrumpió el relato de Sara y dijo:
– Que al abrirla recitaba:
Búscame entre la hierba
o detrás del arcoiris
Búscame que yo te busco
desde que renació Osiris

–¿Y usted cómo lo sabe? –se asombró Sara.
–Porque yo también recibí ese regalo hace muchos años para mi aniversario- respondió la anciana y se despidió de su último cuento.

Y Angustias se arrastraba comiendo pasto para soportar los dolores que retornaban a ella cuando Sara liberaba la palabra.

jueves, 25 de marzo de 2010

CONCURSO LITERARIO: PALABRA DE MAESTRO

El Consejo General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires llama a concurso para reunir en un volumen los mejores cuentos escritos para niños y jóvenes.

Los cuentos presentados se ajustarán a las siguientes bases:

1. Serán inéditos o, en el caso de que hayan sido publicados, la edición deberá estar agotada a la fecha o con los derechos en posesión del autor.

2. La extensión máxima será de hasta 3000 palabras.

3. Se presentarán por QUINTUPLICADO, en hojas de formato A4, escritas en computadora de un solo lado, en tipografía Arial 12 e interlineado de 1,5.

El sobre deberá estar dirigido a:

CONCURSO LITERARIO "PALABRA DE MAESTRO"
Consejo General de Cultura y Educación
Calle 13 entre 56 y 57 (1900) La Plata

4. En el exterior del sobre de remisión, además de la dirección, deberá consignarse como único dato de identificación el seudónimo elegido.

5. En el caso de que un autor remita más de un cuento, tendrá que cumplir con las mismas formalidades para cada uno de ellos e identificar la autoría de cada uno con el mismo seudónimo.

6. En el mismo sobre de envío incluirán un sobre aparte, cerrado, con el único dato exterior del nombre de la obra y el seudónimo elegido. En el interior del sobre colocarán una hoja en la que se mencionen los siguientes datos: nombre de la obra, seudónimo elegido, nombre, apellido real del participante, domicilio, teléfono y correo electrónico, número y tipo de documento de identidad; y escuela en donde se desempeña (si estuviera ejerciendo)

7. LOS ENVÍOS QUE NO RESPONDAN A ESTAS ESPECIFICACIONES QUEDARÁN AUTOMÁTICAMENTE ELIMINADOS.

8. El certamen abrió el 31 de octubre de 2009 y el plazo de entrega caducará el 31 de octubre de 2010. Se considerarán incluidos en el concurso los cuentos que hayan sido despachados por correo certificado hasta el 31 de octubre de 2010.

9. Los autores seleccionados recibirán como premio la publicación del cuento. El Consejo General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires se reserva el derecho de publicación gratuita y sin fines de lucro en todos los medios de edición.

10. La proclamación de los ganadores se hará en La Feria Internacional de Buenos Aires: EL LIBRO DEL AUTOR AL LECTOR 2011 y la publicación del volumen se concretará en el transcurso de ese año.

11. Los trabajos no seleccionados podrán ser retirados personalmente o por persona autorizada, hasta 60 días subsiguientes a la proclamación de los ganadores. Cumplido ese lapso, no habrá lugar a reclamo.

12. El Jurado no se responsabiliza en casos de plagio y la Dirección General de Cultura y Educación se reserva, en esa eventualidad, el uso de las previsiones legales pertinentes.

13. El dictamen del jurado se realizará el 31 de diciembre de 2010. El fallo será inapelable y el Jurado se reserva el derecho a declarar desierto el concurso.

14. La resolución del Jurado será comunicada por los diarios y dada a conocer dentro de los 10 días posteriores a la misma.

15. La participación en este concurso supone la aceptación de las bases. El Consejo General de Cultura y Educación se reserva el derecho de resolución ante cualquier situación imprevista.

Consultas: docenteautor@ed.gba.gov.ar

martes, 23 de marzo de 2010

CUENTO PARA AHUYENTAR A ANGUSTIAS (primer cuento)

Aquella mujer la perseguía hacía meses. Si conversaba con amigas se enredaba en las palabras, si ponía música danzaba en la melodía. La asediaba a la madrugada y se escurría entre sus pestañas para habitar los sueños.
Sara, harta de huir, se plantó ante ella:
_ ¿Qué tengo que hacer para que me dejés respirar sin suspiros, hablar sin sollozos?
– Cumplir la misión que se te ha encargado- respondió Angustias.
– ¿Y cuál es esa misión?
- Fácil es preguntarlo, difícil descifrarlo.
– Entonces qué hago –dijo Sara ahogada por la presencia de Angustias.
– Por haber soportado mis pasos tan cerca de los tuyos con estoicismo, te daré una ayuda: andá al parque más cercano durante un mes y a la primera persona que veas preguntale qué historia le gustaría escuchar y se la contás.
– Pero soy muy tímida y tengo poca gracia para contar historias y…
– Te doy la solución para deshacerte de mí, pero parece que querés mi compañía –dijo Angustias abrazándola y una vieja contractura atacó la espalda de Sara.
Era difícil desprenderse de aquella vieja conocida, una enemiga sagaz que aparentaba dulzura y daba consejos. Sara respiró hondo, el abrazo la había dejado sin aliento. Aunque no estaba convencida de lo que hacía, se fue al parque acompañada por Angustias.
Sentado en un banco un joven adormecía. Sara se sentó a su lado, estaba pálida y se juzgó ridícula al pronunciar esta frase:
– Yo…cuento historias…¿sobre qué te gustaría escuchar?
El joven, sin abrir los ojos, respondió:
– Cajas musicales.
Sara carraspeó, hizo una pausa y vio cómo Angustias se acercaba mostrando uñas largas con las que amenazaba dejar una eterna marca en ella y en el muchacho, entonces decidió contar esta historia:


Quemar y Renacer

La madre antes de morir le entregó una cajita musical que celosamente guardaba. Andrés sostuvo temeroso aquel tesoro entre sus manos. El extremo cuidado que le había prodigado su madre al objeto hacían temblar los dedos del joven al poseerlo. Había llegado a sentir celos de aquella caja que su madre adoraba, según creía Andrés, más que a él mismo.
Pasaron los años y un día el joven, a quién las primeras marcas de la madurez empezaron a asomarle en el rostro, decidió abrir la cajita. Una voz de mujer cantaba:

Búscame entre la hierba
o detrás del arcoiris
Búscame que yo te busco
desde que renació Osiris

Andrés entendió que debía encontrar a aquella mujer que le anunciaba amor eterno desde una voz escondida en una caja musical. Decidió partir a buscarla, pero antes pasó por la casa del Hermano José, un sabio al que consultaban todos en el pueblo.
El Hermano escuchó la dulce voz y sonrió:
–Parece que la muchacha tiene los cabellos como el carbón…
–¡Como el carbón! –dijo Andrés y se fue sin oír el final, ansioso por encontrarla.
– Como el carbón hecho brasas – concluyó el Hermano.
Andrés buscó primero entre las jóvenes del vecindario, las más cercanas, después se fue a los poblados de los alrededores y finalmente se mezcló entre la gente en grandes ciudades que nunca había visitado antes. Encontró bellas mujeres de cabellos renegridos, pero ninguna sabía de palabras develadas tras la muerte en cajas musicales.
Desorientado regresó a su ciudad natal, pensando que aquellas búsquedas eran sólo divagues de su mente y fue a regañarle al Hermano José por haberlo guiado erróneamente. El hombre sonrió y dijo:
–Veo que no interpretaste mis palabras, esta vez seré más claro. La mujer que te busca tiene los cabellos como el sol cuando…
Andrés, como en la primera ocasión, salió corriendo sin escuchar la frase completa.
– … Cuando se esconde al atardecer –finalizó el Hermano.
Un dorado mechón se deslizó desde un balcón y Andrés voló sin alas a ver a la señorita que allí su cabello peinaba. Y corrió sin piernas tras una joven en el parque y nadó sin brazos tras otra en un lago. En el campo cada espiga de trigo le recordaba su propósito, en la ciudad encontró bellas mujeres cuya cabellera era tan dorada que no podía mirarlas sin quedar ciego, pero ninguna sabía sobre el renacimiento de Osiris
Entonces regresó cabizbajo a su pueblo, pasó por la casa del Hermano José y le reclamó:
– Nada sabés viejo embustero.
Y el Hermano sonrió.
Andrés llegó agitado a su casa y, antes de entrar, incendió aquel recuerdo materno. Tendido en el cuarto de su cama lloró, por fin lloró.
Entonces, cuando el arcoiris anunció el fin del llanto, una flor bebió de las lágrimas y renació entre la hierba. Los perros de los vecinos no ladraron, como si la conocieran desde siempre. Él descorrió la cortina y vio que el atardecer de su vida se iluminaba con una cabellera rojiza, como las brasas, como el sol quemando el pasado.



Sara vio cómo el joven despegó los párpados, abrió los brazos desperezándose de años de dormitar y se fue tambaleante entre las hojas, como si recién aprendiera a caminar.
Angustias, sentada en la acera, se retorcía en su propio sentimiento.

jueves, 18 de marzo de 2010

¡NACIERON MELLIZAS!






Últimamente están naciendo muchos y bellos Intercambios Creativos.
¡En esta oportunidad celebramos con CARMEN SALDAÑA el nacimiento de mellizas!
Carmen es una brillante ilustradora que está dibujando uno de mis cuentos: "LAS DOS EN UNO"Los invito a ver su blog:

http://carmensaldana.blogspot.com/
Con Carmen decidimos mostrarles la primera parte del cuento ilustrado, pronto podrán ver la historia terminada.



¡GRACIAS CARMEN POR PROPICIAR ESTE INTERCAMBIO! ¡UN VERDADERO PLACER TRABAJAR JUNTAS!

martes, 16 de marzo de 2010

¡GRACIAS EV!



Esta ilustración tan especial, que tiene tanto encanto y dulzura como su creadora la pintora Evangelina Prieto, la querida EV, que se gana el cariño de todos con tanta facilidad como pinta! Un privilegio haberte encontrado amiga!

No dejen de visitar su blog:

http://elpuestuflora.blogspot.com/Para los que no leyeron el cuento, aquí lo tienen a Casiano Mastrovic.



LAS TORPES HABILIDADES DE CASIANO


Desde el primer día Casiano Mastrovic mostró ser especial. Sus padres le habían preparado una bella cuna, adornada con cintas celestes y tul, pero tuvieron que salir a comprar una cama porque si la cabeza le entraba las piernas le colgaban, y cuando lograban meter las extremidades inferiores en la cuna la cabeza quedaba apoyada en el suelo. Para levantarlo tuvieron que contratar dos niñeras fornidas que ayudaran a sostener al bebotón.
– ¿Y a quién salió este pedazo de chico? -dijo la abuela que medía un poco más que la mesa.
– A mí no –dijo la madre a quien el mentón le pasaba cerca de los picaportes.
– A algún antepasado –se conformó el padre, un señor que salía todos los días con la almohada pegada a la cola para llegar a los pedales del auto.
Si todos los chicos crecen Casiano no lo hizo por menos sino por más, ¡y cuánto más, a los tres años usaba de bermudas los pantalones del padre!
A la hora del almuerzo Casiano se enfurecía cuando veía a su papá comer guiso o asado. La madre encontró una solución:
– Desde hoy en esta casa todos comemos lo mismo que el nene.
– Esto no me parece buena idea -decía el señor Mastrovic mientras tomaba el biberón.
Pero como el lactante no se conformaba con la leche, a los dos días y veinte minutos de haber abierto los ojos al mundo, el doctor autorizó:
– Señora puede empezar a darle puré con una pata de pollo y de postre banana con dulce de leche.
Pero el problema no se resolvió tan fácilmente, Casiano tenía un olfato muy sensible, sentía el olor a asado aunque lo estuvieran cocinando a más de treinta cuadras de su casa, y lograba diferenciar si ese rico olorcito era de chorizo, batatas a la parrilla o lechón al asador. Señalaba con la nariz el lugar de donde provenían los alimentos y los padres tenían que llevarlo a comer a donde fuera.
– ¡Hasta aquí llegué -dijo un día el señor Mastrovic revoleando la mamadera- yo también quiero comer hamburguesa con chimichurri!
Hasta que Casiano aprendió a caminar era una odisea salir a pasear, entre los padres y las dos nodrizas no podían llevarlo. A veces le pedían a algunos transeúntes que los ayudaran a cargar con el bebé, llegaron a ser más de cien personas los que lo llevaban a upa. Un día la policía los detuvo creyendo que eran manifestantes llevando en andas a su líder. Después de pasar más de quince horas en la comisaría el nene se comió la vianda de todo el personal.
– ¡Groaajjj! -abrió la boca Casiano.
­Un oficial alcanzó a decir “provechito” y los envolvió el polvillo rojizo de las paredes de los calabozos que se habían desintegrado con la explosión. Los presos aprovecharon a disparar y el comisario, cuando dejó de estornudar, ordenó:
– ¡No quiero ver a esta gente con ese animalote por acá!
Varios días estuvieron pensando los Mastrovic cómo iban a sacar a pasear a su bebé, hasta que el padre dijo:
– ¡Tengo una idea genial, compremos una motoneta!
Los vieron muy felices recorrer la ciudad: la señora y el señor Mastrovic sentados en la motoneta, arrastrando un carro con el pequeño adentro. De ese modelo pasaron a una carroza y finalmente se decidieron por un camión remolcador.
– ¡Qué vamos a hacer con nuestro pequeño cuando crezca! -repetía la madre que era la única que lo veía de tamaño natural.
Por fin llegó el día que Casiano aprendió a caminar.
– ¡Se terminaron los problemas de traslados! -dijo el señor Mastrovic y se fue a vender el camión de remolque.
Los primeros pasos de Casiano fueron mortales, todo lo que se le cruzó quedó patas para arriba: un cuadro, las puertas del ropero, el lavabo del baño y la mesada de las cocina fueron algunas de las cosas que el niño arrancó de cuajo para sostenerse. Todos pensaban que la casa iba a volver a la tranquilidad cuando Casiano caminara con firmeza, pero la cuestión empeoró porque el pequeño revoleaba sus largos brazos con tal ímpetu que con sólo tocar un objeto con el dedo lo dejaba dando vueltas como un trompo, el ropero y la cama de dos plazas eran puertas giratorias que andaban a la deriva por la casa. Los padres estaban verdaderamente preocupados porque cuanto más crecía más torpe se ponía, cualquier ademán que realizaba era la anticipación de un desastre similar a un sismo.
La madre no dejaba de repetir:
– ¡Qué vamos a hacer con nuestro pequeño cuando crezca!
Al padre no le alcanzaba el día, con su caja de herramientas en mano, para solucionar los desastres provocados por Casiano tanto en su casa como en la de los vecinos y parientes.
Una madrugada el señor Mastrovic estaba colgando la alacena que de un manotazo Casiano había tirado y se pegó con el martillo en el dedo:
– ¡Ayy, ayy, mi dedito!
Los gritos del señor Mastrovic despertaron a Casiano que fue a socorrer a su padre. Lo tomó de una pierna y lo sentó en el techo, mientras él se hizo cargo de la tarea. Tomó el martillo con el meñique izquierdo, lo revoleó de tal manera que la herramienta hizo dos giros en el aire y cayó justo sobre el clavo que se hundió en la pared. En pocos segundos Casiano colgó todos los cuadros, arregló las puertas, mesas y todo lo que antes había destruido.
Pasó a ser el terror de los clavos que se zambullían solos en la pared antes de recibir un mazazo y el ídolo de los pobladores por la destreza en el uso del martillo y el prodigioso olfato.
– ¿Qué están cocinando en mi casa? -le preguntaban al pasar los transeúntes.
Casiano respondía a la brevedad “calabaza rellena” o “ensalada de pepinos”. Sus padres estaban muy orgullosos del niño que con sólo seis años hacía cosas tan extraordinarias. Es verdad que seguía chocándose con todo lo que encontraba y que cada día comía más, pero como sabía arreglar lo que destruía se ganó el aprecio de la gente que lo compensaba dándole ollas repletas de comida que él deglutía -para entretener el estómago- antes de la hora de la cena.
Una de esas noches, mientras los padres miraban televisión sentados en la falda de Casiano, el señor Mastrovic dijo muy orgulloso:
– Nuestro hijo tiene el futuro asegurado como carpintero.
– A mí me parece -dijo la madre- que será un gran chef, ¡el más grande de todos!
– Yo creo que también podría ser el primer malabarista con martillos -continuó el padre.
– Aunque lo más seguro -afirmó la señora de Mastrovic- es que sea “Catador de Alimentos a Distancia”
Casiano tenía otro deseo: llegar a ser más alto que el añejo pino del parque, dar una sombra igual de larga y gorda para que el mundo descanse bajo la frondosa copa de su cabeza.

lunes, 15 de marzo de 2010

¡GRACIAS ELIZANA!



Recibí este regalo de Elizana que tiene un blog super "chuli". Los invito a visitarlo:
http://sonrisasdemilcolores.blogspot.com/

Quiero entregar este regalo a:

http://salaamarilla2009.blogspot.com/

http://silenciadoelviento.blogspot.com/

http://descubriendonuestrointerior.blogspot.com/

http://losenanitosdemicole.blogspot.com/

http://aida-educacio.blogspot.com/

http://cordobesadecolores.blogspot.com/

http://viviryserfeliz-ilusion.blogspot.com/

http://mariajorisomurcia.blogspot.com/

http://normalugo.blogspot.com/

http://arcoirisdelavida.blogspot.com/

Si lo desean ustedes también entregan el regalo a otros diez blogs.

ABRAZO PARA TODOS!

domingo, 14 de marzo de 2010

EL NIÑO Y LA PARED

Este cuento pertenece a una serie de historias que sabe la pared de un viejo bodegón. En este caso el niño también va a contar lo que él vivió.

Estoy llena de rajaduras, manchas de humedad, cada tanto un ladrillo en carne viva. Muda, pero no sorda. Estoy de pie. Recuerdo cada palabra, pero no puedo hablar. Estoy vieja y soy más fuerte que mis hermanas jóvenes. El que es abrazado por mí, que no tema que sus confidencias escapen de mi cobijo.
Los vi venir y pensé “los que faltaban para el truco”. Tras el único ventanal que se abre sobre mi costado miro esos cuerpos. Uno robusto, enhiesto, capaz de enfrentar al viento con su pecho; el otro la nueva rama en crecimiento.
El cantinero conoce el trago de cada cliente antes que se lo pidan y está al tanto que algunos cambian los gustos según el momento del día; por eso, porque sabe de su destreza, empezó a servir vino tinto para Rufino y pomelo con soda para el nieto antes de que entraran.
Eneko espió dentro del vaso y pensó que tenía ganas de tomar un Gancia con limón o una gaseosa con Fernet tan espumoso que se formara un copo casi a punto de rebasar, pero no se atrevió a contradecir la decisión del cantinero, mucho menos a pedírselo al abuelo.
-¿Todo en orden? -dijo el bolichero.
-En perfecto orden, preparados para ganar esta jugada –carraspeó Rufino y se sentó en la silla que apenas soportaba a un hombre tan corpulento.
Eneko se acomodó frente al abuelo. A cada lado se sentaron dos gauchos de bombachas batarazas y facón con mango de plata a la vista y monedas de oro sujetando las barrigas. Al niño le llamó la atención la larga barba, entre canosa y pelirroja del que estaba a su derecha. El de la izquierda tenía el gesto fruncido, tez morocha, ojos que miran el pasado. Hombres de temer. A Eneko le temblaron las carnes con sólo mirarlos.
- ¿Qué hacés Marlo Quemao? -palmeó el abuelo al morocho y casi lo enterró en el suelo.

Mi abuelo es un genio con las cartas, baraja como nadie mientras cuenta anécdotas y se agarra a la barba de Pichicaco como a las riendas. Todo lo hace para embarullar a los compañeros de juego. Siento que me corre un calor, que a mis piernas, que no me llegan al suelo, las invade un cosquilleo como si hubiera metido los pies dentro de un hormiguero gigante como el del terreno baldío frente a casa, pero miro el piso y no hay nada. Algo se me sube por el cuerpo cuando veo la ligereza con que el abuelo mueve los dedos y una carta se mete en su manga. Siento los ojos del barbudo y de Marlito (como le dice cariñosamente el abuelo a ese gigante), esos ojos son como ventanas de barco, no pestañean. Tomo el vaso con las dos manos para que no se me resbale por la transpiración. Por fin el abuelo reparte las cartas y se pone serio, me indica que deje el jugo a un costado porque hay que estar atento a la partida. Cuando me llega el turno dejo sobre la mesa la carta que me indicó: un cuatro de bastos. Cuando le toca a él, se endereza, hace el brazo para atrás como cuando levanta la fusta para que la remolona de la yegua se mueva, y tira sobre la mesa un siete de espadas mientras grita:
- Zapatillas bigotudas que al andar tierra levantan
a este flor y truco si son hombres se lo aguantan... ¡Y qué decís ahora Pichi, Pichicho, Pichicaquín! -se ríe con gusto el abuelo y saborea el vino como si fuera el último trago de su vida.
El hombre se rasca la barba y le pregunta a Marlo:
- ¿Vos tenés algo?
- Qué via tener, además éste viejo tiene el ancho -terminó la frase apoyando con fuerza el facón sobre la mesa, se levantó y la silla cayó para atrás.
Me controlo para que no me castañeteen los dientes y estoy por hacerme pis. Seguro lo descubrió al abuelo y lo mata. Sí, cómo no me di cuenta antes, es parecido al exterminador de la historieta que estoy leyendo. Seguro que su cuchillo, el de plata, debe largar rayos fulminantes.


Rufino cuando llegó abrió las dos hojas de la puerta para entrar al mismo tiempo con su nieto. Antes de que vinieran, Marlo estaba con el cuerpo doblado, parecía tener más años que yo y eso que soy vieja. He visto pasar el cincuentenario y el centenario de la ciudad, muchos lo festejaron apoyados en mi revoque, la mayoría de esos ahora duermen más abajo que mis cimientos. Marlo se reanimó cuando Rufino,compañero de guisos a media mañana en los campamentos en los años mozos, traspuso la puerta para armar un truquito.

Agarró el cuchillo y traspasó las cartas como el abuelo al costillar cuando hace asados. Nos mata a todos pensé, abrió la boca tan grande que le vi hasta el estómago y sacó la lengua como una lagartija:
– ¡Traé esas cartas p'acá, viejo criado a polenta! Te lo juro (y besó el cuchillo) que no abarajás más, che.
Y con la punta del facón fue revoleando las cartas que se desparramaron por el suelo. Pichicaco se largó al piso como hace mi amigo Pablo cuando se tira panzazos en la pileta y el abuelo aprovechó a pegarle una patada y gritaba:
- A comer tierra, acostumbrate que si no es hoy es mañana, pero la parca se acerca.
Pichicaco se quiso parar, tenía la barba cubierta de cartas, estamos perdidos pensé. Miré la puerta para disparar, pero vi que entre el abuelo y Marlo se hicieron guiños y se abalanzaron sobre el barbudo para no dejarlo levantar.
- Aura te quiero ver Pichicaquín, vas a dormir en el suelo, este catre lo conocés bien viejo pulguiento.
Y Pichicaco no se pudo parar, estaba descompuesto de risa.


En pocas ocasiones deseo ser hombre, no quiero sufrir o bañarme, pero cuando los miro a éstos me dan unas ganas. Con qué habilidad Rufino desliza las cartas entre sus manos, con qué destreza clava el cuchillo en la mesa Marlo y abre la boca como una fiera salvaje mientras imita gemidos de mujer y Pichicaco con qué osadía se ríe sin dientes. Todo eso lo soporto apacible desde mi quietud, pero lo que más me mueve el deseo de andar, lo que me levanta cascarones que caen al piso, son esos ojos iluminados del pibe mirando a los tres viejos revolcándose. Pasa del terror a la admiración, esas singularidades lo atrapan, está tan mudo y quieto como yo.
No rozaban el piso los pies del nieto cuando llegó, pero tenía piernas largas y orgullo de hombre cuando se fue pisando la oscuridad de la noche junto al abuelo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

LES PRESENTAMOS A METEPATA!!!


(Hacer clic sobre la imagen para aumentar el tamaño)

Metepata es un personaje que creamos en conjunto con el pintor Miguel Roccanova. Me sumo a las palabras de Metepata y los invito a visitar su blog

http://migueilustrado.blogspot.com/


¡GRACIAS MIGUE POR TU EXCELENTE PREDISPOSICIÓN PARA TRABAJAR EN EQUIPO! ¡ES UN PLACER!

domingo, 7 de marzo de 2010

PRESAGIADA METAMORFOSIS DE UNA ESTATUA

Dedicado a las mujeres que preparan el alimento que las nutrirá en el proceso de la transformación


ECONÓMICA RECETA A BASE DE AGUA.

Observá los primeros nubarrones y cuando las palomas se acurruquen en los huecos de tus axilas, susurrá “limpia con piedad”.
Cuando las gotas caigan sobre tu hierro fundido y despierten la inmovilidad mové suavemente los dedos, permití que el agua que cae desde las pestañas se una al chorro que emana desde las orejas y cuando seas sólo líquido envolviéndote, tus labios se abrirán para beber.
Bebé hasta llenar la boca de ranas que limpiarán el óxido de tu ser. Mientras el agua se introduce en tu cuerpo repetí: amor amor amor y ella se transformará en tréboles de cuatro hojas, el germen de futuras células.
Permanecé desnuda y permeable. En esta etapa se hacen presente los sentimientos, es difícil de explicarte cómo se manifiestan porque hay de los más variados, incluso combinaciones de opuestos, pero no te preocupés porque vos misma los irás interpretando ayudada por la intuición. Pero tené cuidado que no se apoderen de vos alguno de estos tres: el temor, la duda o la desesperanza; porque si eso te sucede tendrás que esperar hasta la próxima lluvia para recomenzar. En cambio, si lo que sentís es gozo, un jazmín crecerá entre tus piernas y su atractivo aroma producirá un fuerte remolino que arrancará las plumas de pájaros de las más exóticas especies, ese plumaje llegará transportado por el viento. Tendrás que elegir sólo una de tantas y clavar su punta en el centro de tu pecho.
Si todo lo anterior lo hiciste con valentía y humildad, un rayo iluminará tus manos y un trueno abrirá la base de piedra que aprisiona tus pies. Es el instante de mayor luz y espanto, aprovechá su fuerza y caminá entre las totoras que saben los secretos del agua para amanecer sin fiebre después del aguacero, vos también estarás sana y limpia si te sentís parte de todo lo que te rodea.
Cuando el viento amaine dejá que una tibia brisa te seque.
Si te atrevés a seguir cada paso serás una mujer y al igual que la naturaleza crecerás tras la tormenta. Después conocerás la fórmula para hallar el ave que te ayudó en la transformación.
Esta receta la conozco de mis tiempos de estatua. La heredé de mi madre, no sé si ella la ha puesto en práctica.

(FRAGMENTO)

jueves, 4 de marzo de 2010

Y ESTOS GAUCHOS DE DÓNDE SALIERON

Les cuento que hace poco recibí de una amiga bloguera el premio Blog Vip. Lo que no sabía mi amiga es que ese hermoso gesto iba a provocar una discusión entre dos gauchos que se metieron a comentar (lo pueden comprobar mirando los comentarios en la entrada del 22/02/10)
Como han estado intercambiando opiniones de una manera particular y sin que ustedes se enteren, me pareció justo dar a conocer los hechos para todo el público presente. Formalmente los invito a que ¡les tiren con tomates!


Gaucho Metepata responde:
Me parece amigazo
que usté se está agrandando
como galleta en el agua
y aura es VIP hasta saludando

Tihada-¿Le parece decirle eso Metepata?

Si versitos usté pedía
no seré el Martín Fierro
pero son de mi autoría
las letras de este entierro

Tihada- ¿Qué dice Metepata, no eran las velas?

Lo quiero ver rispondiendo
pa´todo el público presente
nada de andarse escondiendo
si es tan VIP dígalo ante la gente

Tihada- Borre eso Metepata, me va a hacer quedar mal, no lo envíe, nooooo....




GAUCHO MIGUE:

Lo VIP no es cosa seria
tiene usted razón amigo
sólo es pa' los changos aquellos
que se la dan de gente fina

buscan quién sabe qué cosa
que les quede como sello
de algo único y preciado
pensado sólo pa' ellos

pero saben que al fin y al cabo
aunque mucho su tiempo pierdan
terminarán en el llano
con el rabo entre sus piernas



METEPATA (tardó en responder)

No crea que es cobardía
me gusta hacerme esperar
voy al frente con valentía
y no hablo por hablar

Sin pelos en la lengua
una rispuesta tendrá
ansí que espero se atenga
a lo que aura vendrá

A mí me salen las rimas
como agua de manantial
en cambio usté no cordina
mejor ponerle un bozal

Espero esté bien plantado
porque estoy muy afinado
se lo digo sin más güeltas
usté es un gaucho alunado

Y por ser el dueño e' casa
lo dejo a usté terminar
mejores cosas me pasan
ni le pienso contestar

De puño y letra
"El bravo gaucho Metepata"
(Esteee, entre nosotros, que Tihada no se entere)


El gaucho Migue no se achica:

Yo no seré tan genial
ni tan rápido como usted
pero le puedo asegurar
que contestarle es lo que haré

Si usted está bien plantado
y sus rimas son manantial
explíqueme entonces paisano
por qué lo tengo que soportar

Su antipatía está en alza
y su ego es de temer
pero yo me la banco piola
y no me asusta responder

Ya veremos quién es más filoso
en esta contienda verbal
al menos sí que me jacto
de mi estirpe descomunal

Que arrolla lenguas arteras
aquí o en el más allá
y le aseguro no necesito
que me enchufen ningún bozal

(Espero que Tihada no se entere de esto Metepata, un día de estos nos encierra en el calabozo del pueblo..y ahí..tragame tierrrraaa!!)


METEPATA- Y el que se anime puede contestarnos nomás...eso sí, ejem, en tono de payada.

TIHADA- ¡Salga de acá Metepata, deje tranquila a la gente!





¡GRACIAS MIGUE POR EL HUMOR! Y COMO VOS DECÍS:

¡AGUANTEN LOS PAYADORES!

miércoles, 3 de marzo de 2010

VIENTRES PISOTEADOS

Cuento premiado en el concurso "...Y el trabajo contó un cuento" (2007)
Jurado integrado por Eduardo Alfredo Sacheri, Graciela Alicia Falbo y Julio Varela

El invariable traqueteo de la jardinera había logrado adormecernos a pesar del frío que nos penetraba hasta los huesos y el viento que zumbaba en los oídos. La piel de oveja abrigada, pero escasa para tantos, no alcanzaba a paliar la fría temperatura de junio.
La muerte de los abuelos y la escasez de trabajo habían obligado a papá a buscar una salida, aunque fuera momentánea, en la cosecha de maíz. Era la segunda vez que íbamos. A mi padre no le gustaba aquella vida, no estaba hecho para los trabajos brutos donde hay que poner el cuerpo. Desde muy chico había sido delicado, nació enfermo de los bronquios, por lo que su madre le prodigaba cuidados especiales. Tal vez por eso no era un hombre capaz de hacer trabajos duros, verdadero inconveniente para quien no ha nacido en cuna de oro. Quien sabía esto, comprendía las sobradas razones que llevaban a no hablar a mi padre aquella mañana de 1942. Con el seño fruncido y las manos moradas por el frío se limitaba a sujetar las riendas.
Cuando llegamos ya había algunas personas en el campamento. Allí cada uno hacía el toldo donde iba a vivir hasta que terminara la cosecha. Esa era la primera tarea y el primer fastidio para mi padre que carecía de habilidad manual. Los mayores lo ayudaron a atar las chalas con alambre, pero quedó tan despreciable que Don Esteban, un peón golondrina acostumbrado desde chico a la vida en el campamento, le ofreció cambiar de vivienda.
Esa misma tarde salieron todos al campo. Los más grandes y mamá fueron con los hombres, la familia entera tenía que trabajar aunque la paga fuera para uno y alcanzara para nadie. Los más chicos se quedaron y yo también para cuidarlos. Se nos designaron tareas que debíamos terminar antes que oscureciera. La faena era mucha y pesada para nuestra edad pero para nosotros, ajenos y despreocupados por el paso del tiempo, el día era muy largo y se podía hacer de todo, incluido jugar.
Cuando no quedó ningún adulto, mi hermano Armando, que era muy ñañoso, tuvo la ocurrencia de montar la yegua, cosa que nunca había hecho por temor a golpearse. Ésta se encontraba atada en la parte posterior de la jardinera que tenía apoyado el pescante en el suelo. A un costado estaba mi hermano más pequeño, Jesús, que imitando las necesidades de su homónimo en el establo, dormía en un miserable cajón de madera.
Ante la insistencia de Armando me ofrecí a alcanzarle la yegua, para lo cual me subí a la parte trasera de la jardinera y desde allí intenté traerla tomándola de la rienda. Mis hermanos se subieron para ayudarme. Se necesitó sólo un segundo para que sucediera lo peor, el sobrepeso en la parte posterior del carro provocó que se elevara el pescante e irremediablemente aquella se diera vuelta.
Caímos al suelo. Una vez repuestos del susto nos echamos a reír a carcajadas. Daba gusto estar ahí tirados, despreocupados, gozando del contacto con la tierra. Pero el placer de lo innecesario se interrumpió ante la urgencia de la realidad.
– ¿Dónde está Jesús? -preguntó Armando.
Nos paramos de un salto y producto de la desesperación fueron las fuerzas que nos permitieron dar vuelta la pesada jardinera.
Ahí, debajo de todo, estaba el cajón de frutas también dado vuelta y él adentro. Ciega acomodé la improvisada cuna, tomé un pedazo de carne, un bulto que supuse era Jesús y lo coloqué nuevamente dentro del cajón, después lo tapé íntegro con las viejas mantas. En ningún momento lo miré. Él no lloraba. Estaba quieto, inerte. Imaginé su cara destrozada, sangrando su cabeza abierta, detenido su tierno corazón, cerrados para siempre sus ojos inocentes.
¿Por qué llegaba de nuevo la muerte? Tan pequeño y ya se le había cruzado dos veces. Cuando todavía estaba en el vientre, a mamá se le rompió la bolsa. La comadrona le aconsejó que se internara en el hospital, pero no quiso. Siguió planchando para afuera durante más de dos meses. Ponía entre sus pies una palangana que se humedecía con ese líquido de vida que se filtraba anticipando un parto seco. Finalmente Jesús nació en casa. Cuando alcancé el agua para higienizarlo parecía un viejecito, todo arrugado, marchito, casi sin vida.
Dejé los recuerdos y observé a los demás. Se habían quedado atónitos unos metros más atrás y me miraban aterrorizados.
– Está muerto -les dije- tenemos que irnos de acá. ¡Vamos!, ¡rápido!, ¡no se queden ahí parados!
– Pero... ¿lo vamos... a dejar así...?- repuso Armando.
– ¡Sí! ¡Qué otra cosa podemos hacer!... y cuando venga mamá ni una palabra de lo sucedido, ¿me entienden?
Todos movieron al unísono las atormentadas cabezas en señal de un sí indeciso y forzado. Esa tarde hicimos todo lo que se nos había encomendado, incluso mucho antes de lo previsto. Cuando ya no quedaba nada por hacer limpiamos sobre lo limpio, la cuestión era no pensar. Cada tanto alguno miraba de reojo el cajón, que ahora se nos antojaba un cajón fúnebre. Yo temblaba de pies a cabeza mientras simulaba
trabajar, pero cuanto más intentaba borrar aquello más me atormentaban mis pensamientos que tenían una idea fija:
El cajón de frutas pintado de negro.
Cuatro sogas negras que pendían de cada esquina.
Cuatro hombres vestidos de negro que sujetaban la soga que sujetaba el cajón.
Detrás iba mamá, era a la que veía más nítida, sólo que no tenía su cabellera pelirroja porque grises canas cubrían su cabeza y gritaba:
– ¡¡M’ hijo!! ¡¡...M’ hijo querido!! ¿¡Qué me le han hecho!?
Mis hermanos y yo completábamos el triste y escaso cortejo. Ahí estábamos; cómplices, culpables, callados, miedosos y crueles al mismo tiempo. Nuestras caras no existían, eran invisibles, como son las caras de los verdugos.
El paso lento y la monotonía del lugar completaban aquel cuadro dramático. Don Esteban tomó con rudeza la pala y abrió la tierra. Raíces y gusanos salían para que el cuerpo entrara. Fue en ese momento, el más terrible, cuando paradójicamente sentí alivio. Ya no importa niño que tu cuna no tenga tules, ni cintas celestes, ni barrotes de bronce. Estaban todos tiesos, tan tristes que no lograba comprenderlos. Esta nueva idea de la muerte me había regocijado. Cerré los ojos y respiré profundo, entonces comprendí lo que era la resignación.
–Ya llegamos –dijo papá mientras sostenía el liviano cajón que contenía el pequeño cuerpecito.
– ¿¡A dónde!? –grité espantada.
– ¿Qué te pasa hija?... ya llegamos, acá.
Entonces lo miré y pude ver que no sostenía un liviano cajón sino una pesada bolsa que contenía maíz. Todos habían vuelto al campamento. Miré en derredor, no había un muerto, había muchos. Sus caras cansadas, sus ásperas manos, sus cuerpos doblados, sus labios resecos y sus pieles resquebrajadas no irradiaban precisamente vida. Los observé uno por uno, les miré sus ojos y también ví en ellos la resignación, pero no la que trae paz sino la que provoca abulia, abandono, entrega. Hubiese querido zamarrearlos y gritarles:
– ¡Despierten de ese sueño miserable!, ¡no se arrastren por el suelo, anden erguidos para que no pisoteen sus vientres porque si así sucediera estarían malditos sus hijos! ¡Todas las generaciones venideras serán pisoteadas igual que ustedes, sólo por haber cometido el pecado de nacer de sus mismos vientres... de vientres obreros!
No dije nada de eso. Yo sabía callar. También había nacido de un vientre pisoteado. Peones al servicio de una tierra fértil que regaban con su transpiración y su mudez. Atrapados por las maletas que cargaban con espigas, luego embolsaban, apilaban en los rastrojos y en una chata llevaban el maíz a las trojas donde se transformaba en sustento de vida de los pobres y fortuna de los latifundistas.
– ¿En qué pensás? –dijo mi padre.
Sin responder giré la cabeza en dirección a la jardinera, mi madre se acercaba decidida al cajón. Cerré los ojos. Cuando volví a abrirlos mi hermano chupaba, afanoso, la teta. Por primera vez pude ver ternura en aquella escena que tantas veces me había provocado desprecio.

¡GRACIAS POR EL POEMA!

Este bellísimo poema lo escribió El Gaucho Santillán
¡Gracias Gaucho por la generosidad de permitirme publicarlo!
Los invito a visitar su blog
http://estegauchoescribecosasraras.blogspot.com/


Tres tiranuelos me dio la vida,
juntos farfullan con qué se quedan,
si con mi tiempo, o mi paciencia,
cada uno manda, desde su silla.

Tres tiranuelos, me dio la vida.
Juntos cabalgan sobre mi pena,
pues, con el tiempo, y sin clemencia,
cada uno crece, dìa tras dìa.

¡Queden pequeños, mis principitos!
que son sus risas, las que me salvan.
Del mundo, angustias, solo recibo,

pero, en mi corte, ustedes mandan.
¡Vengan, mis reyes, que estoy caìdo!
Quiten del reino, mi pena vaga.

martes, 2 de marzo de 2010

TODO TIENE SOLUCIÓN

En estos días han empezado las clases en Argentina. Les propongo una serie de cuentos relacionados con esa etapa de nuestras vidas o la de nuestros hijos y nietos. Hoy la primera historia.

Mi mochila tiene hambre, cuando me descuido ella chac, chic, está comiendo. Lo primero que se tragó enterito el primer día de clases fue el lápiz negro con la punta recién sacada. Cuando la señorita nos hizo escribir en el cuaderno elegí el lápiz rojo con una punta muy gruesa, las letras me ocuparon como cinco renglones. No sé porqué puso cara fea la seño, gracias a mi letra no se tuvo que poner los anteojos.
Al segundo día la mochila se entusiasmó con la goma de borrar y tuve que hacerlo con el dedo, ¡hice un agujero descomunal en la hoja, estaba bueno porque miraba a todos los compañeros por ese telescopio de papel! Nos reímos toda la tarde con ese juego que inventé, menos la seño que a la salida pidió hablar con mamá, las dos revoleaban los brazos y mi cuaderno nuevito fue a parar a la cabeza de la mamá de Isabel que dijo:
– ¡Cuidado, me podrían haber matado con este mazacote!
– ¡Mazacote no –se enfureció mamá- es el cuaderno de mi nene!
Se armó una discusión que llegamos casi a la hora de cenar a casa y yo, que no tenía nada que ver, me quedé sin mirar televisión.
Así siguieron las desapariciones de los lápices de colores, algunas fibras… y mamá que gritaba cada vez más:
– ¡No puede ser que a vos te falten siempre las cosas!
– Es la mochila que tiene hambre mamá –trataba de convencerla.
Pero ella me ponía cara de “dejá de mentir Joaquín”.
¡Hasta que un día regresé del recreo y la muy hambrienta se había comido todo!, hasta yo me preocupé ¡y si se empachaba, qué hacía! ¿Hay quién cura el empacho a las mochilas?
La seño empezó a cantar:
– “¡A guardar a guardar cada cosa en su lugar!”
Yo no tenía ni las migas de las galletitas; lo único bueno que la mochila había quedado más limpia que cuando la lava mamá. Sin decir nada hice ademanes como que metía cosas adentro para que la seño no se diera cuenta porque me iba a dejar después de hora, ¡todo porque mi mochila es comilona!
La cuestión empeoró cuando mamá abrió la mochila en casa, puso cara de estar mirando un precipicio. ¡Metió la cabeza adentro y la mochila le quedó de sombrero!, quedaba muy graciosa, por eso me reí, pero ella no lo entendió, se enojó y fui derecho al dormitorio.
Esa noche tuve una seria conversación con mi mochila:
– Yo te elegí entre muchas porque me gustás, pero basta de hacerme esto porque hace tiempo que no puedo mirar ni el noticiero. ¿Qué querés? –le dije con la cara de los grandes cuando te retan.
Entre las dos hallamos la solución a mi problema: todos los recreos la llevo al quiosco, le compro alfajores o chocolatines que le gustan tanto que no probó ni un sacapuntas más.
Ahora estamos felices con mi linda mochila que regresa a casa con su boca bolsillo pintada de helado, embadurnada con caramelos y trozos de chupetines pegados a los costados.